miércoles, 19 de mayo de 2010

Palabras de la Madre Teresa de Calcuta

<<... Vosotros teneís que prepararos bien para vuestra vocación misionera sacerdotal, porque si el sacerdote es bueno, santo, la gente seguirá al Buen Pastor, estará unida a la Iglesia, a Dios, al prójimo >>.

Madre Teresa de Calcuta

Gjergji, Lush. La Madre de la Caridad. Nauta, España, 1991, p. 14.

domingo, 16 de mayo de 2010

¿De qué sirve la vida si no es para darla?

“Quizá la conozcáis. No lo sé. Si es así, estoy convencido de que os encantará recordarla. Y si no, disfrutaréis descubriéndola. Me refiero a Violaine – Violeta-, que es una mujer sencilla, como una violeta que pasa inadvertida. Las violetas, según dicen los especialistas, crecen en la oscuridad y, al ser pisadas, es cuando más olor desprenden. Violaine es un personaje femenino que presenta Paul Claudel, un importante literato, en su obra La Anunciación. Es una mujer enamorada, una mujer feliz. <<¡Qué feliz soy! exclama-, ¡alabado sea Dios que me ha dado enseguida mi lugar y no tengo ya que buscarlo! Yo no le pido otro. Soy Violaine y mi lugar es Dios>>. Todas las palabras de Violaine encierran una belleza extraordinaria: la belleza de la verdad y de la entrega. Todas sus exclamaciones evocan la sencillez de una vida auténtica. Hasta sus ojos, que son azules, remiten a Dios, su único amor. Pero, de todas las frases que pronuncia Violaine en esta obra, quiero resaltar una: “¿De qué sirve la vida sino es para darla?”. Es que Violaine fue una mujer que derramó caridad, un cuerpo virgen que derramó caridad.

Un tarde se encontró con Pierre de Croan, que era un famoso constructor de catedrales, acaso el más famoso. A pesar de la fama, Pierre sufrió toda su vida una gran desgracia que le marcó: estaba enfermo de lepra. Violaine sintió siempre una compasión muy especial hacia aquel leproso al que nadie quería acercarse y al que todo el mundo requería para construir grandes edificios. Pierre hacía tiempo que tenía la “debilidad” de enamorarse de Violaine. Por una sola mirada de ella lo habría dado todo, todo por aquella mirada limpia. Violaine, movida por la caridad y por la compasión que llevaba en sí, un día se acercó a Pierre. Al despedirse, le besó en la frente. Pierre, pensando que estaba ya en el cielo sonrío con una sonrisa que creía eterna y, a partir de entonces, comenzó a vivir con una esperanza nueva.

Poco tiempo después, en primavera, Violaine descubre que en su cuerpo ha florecido la lepra y, es misma mañana, Pierre se sorprende al descubrir que está limpio de la enfermedad. Aquel beso de Violaine había tomado su lepra. ¡Qué admirable intercambio! ¡Pierre asume la pureza de Violaine y ella su lepra!: “¿De que sirve la vida si no es para darla?”.

Así acaba la obra, no sin antes mostrar el autor cómo Violaine muere y cómo Pierre coloca el cuerpo de Violaine en lo alto de una cúpula de su última catedral, como la piedra más preciosa.

Reflexionando sobre la historia de Violaine se hace muy palpable el sentido de esa frase que ella repetía con tanta fuerza: “¿De qué sirve la vida si no es para darla, para entregarla?”. Él, Pierre, vive por ella, y ella, Violaine, muere por él. Ella muere por la enfermedad de Pierre, y Pierre vive por la salud de Violaine.

Es obvio que este bello drama de Paul Cladel es una alegoría de la pasión y de la muerte de nuestro Señor Jesucristo. Claudel ha querido mostrarnos cuál es la vida de Cristo. Cristo es la santidad, la pureza, la eternidad, la belleza. Y nosotros, unos más y otros menos, pero todos en gran medida, estamos llenos de lepra. ¿Y qué hace Cristo? Cristo se acerca a nosotros. No nos necesita. Pero por puro amor se acerca a nosotros y nos besa, nos ama, nos quiere. Y en este beso de Cristo, toma nuestros pecados. Él muerte a causa de nuestros pecados, de los de hoy, de los de ayer y de los e los de mañana. Cristo muerte en la cruz y nosotros vivimos, podemos resurgir de las tinieblas y algún día, por gracia de Dios, podremos vivir eternamente en el cielo, pero con una santidad y con una salud que no es nuestra: es la de Cristo. Porque nuestros pecados, nuestra enfermedad y nuestra muerte están en la Cruz, con Él.”

Domínguez Prieto, Pablo. Hasta la cumbre. Testamento Espiritual. 2ed., España, San Pablo, 2009, pp.59-61.