domingo, 5 de diciembre de 2010

La muerte mística - Beata Isabel de la Trinidad

“San Pablo decía: “Lo que busco es conocer a Cristo y compartir sus padecimientos y morir su muerte”. Esto se refiere a la muerte mística por la que el alma se anonada y se olvida hasta tal punto de sí misma que llega a morir en Dios para transformarse en El. …, esto exige sufrimiento, porque hay que destruir todo lo que es el yo para que Dios ocupe su lugar.”

Las Páginas Más Bellas de Sor Isabel . España, Monte Carmelo, 2004, p. 235.

El te ama hoy como te amaba ayer y como te amará mañana - Beata Isabel de la Trinidad

"¿Qué importa lo que sintamos? El es el Inmutable, el que nunca cambia. El te ama hoy como te amaba ayer y como te amará mañana. Aunque le des un disgusto, recuerda que un abismo llama a otro abismo y que el abismo de tu miseria, …, atrae al abismo de su misericordia."

Las Páginas Más Bellas de Sor Isabel . España, Monte Carmelo, 2004, pp. 233 y 234.

domingo, 28 de noviembre de 2010

El alma más débil - Beata Sor Isabel de la Trinidad

“Yo pienso que el alma más débil, incluso la más culpable, es la que tiene más motivos para esperar, y que ese acto que hace para olvidarse de sí misma y echarse en brazos de Dios glorifica al Señor y le da más alegría que todos los repliegues sobre sí misma y todos los exámenes de conciencia que la hacen vivir con sus debilidades, cuando en el centro de sí misma tiene un Salvador que quiere purificarla a cada instante.”

Las páginas más bellas de Sor Isabel. España, Monte Carmelo, 2004, p. 195.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Él abre abismos en mi alma- Beata Sor Isabel de la Trinidad

“El es mi Todo, mi único Todo”. ¡Y qué felicidad, qué paz infunde esto en el alma! El es único y se lo he entregado todo. Si miro las cosas con ojos humanos, veo soledad, e incluso vacío, pues no puedo decir que mi corazón no haya sufrido. Pero si mantengo la mirada fija en El, en mi Astro luminoso, entonces todo lo demás desparece y me pierdo en El como una gota de agua en el océano. Y entonces todo es tranquilo, todo sereno, ¡y es tan dulce esta paz de Dios! A ella se refiere san Pablo cuando dice que “supera todo sentimiento”.

Las Páginas más Bellas de Sor Isabel. España, Monte Carmelo, 2004, p. 167.

VEN ESPÍRITU SANTO

Ven, Espíritu Santo,

Y envía del Cielo un rayo de tu luz.

Ven, padre de los pobres, ven, dador de gracias,

Ven luz de los corazones.

Consolador magnífico, dulce huésped del alma,

Su dulce refrigerio.

Descanso en la fatiga, brisa en el estío, consuelo en el llanto.

¡Oh luz santísima!

Llena lo más íntimo de los corazones de tus fieles.

Sin tu ayuda, nada hay en el hombre, nada que sea bueno.

Lava lo que está manchado, riega lo que está árido,

Sana lo que está herido.

Dobla lo que está rígido, calienta lo que está frío,

Endereza lo que está extraviado.

Concede a tus fieles, que en Ti confían tus siete sagrados dones.

Dales el mérito de la virtud, dales el puerto de la salvación,

Dales la felicidad eterna.

domingo, 14 de noviembre de 2010

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

Dóciles a la invitación de tu voz maternal, oh Virgen Inmaculada de Lourdes, acudimos a ti para que nos guíes por el camino de la oración y penitencia, dispensado a los que sufren, las gracias y prodigios de tu soberna bondad.

Recibid, oh reina compasiva, las alabanzas y súplicas que pueblos y naciones, unidos en la angustia y la amargura, elevan confiados a Ti.

¡Oh blanca visión del paraíso, aparta de los espíritus las tinieblas del error con la luz de la fe¡ ¡Oh mística rosa, socorre las almas abatidas, con el celeste perfume de la esperanza! ¡Oh fuente inagotable de aguas saludables, reanima los corazones endurecidos, con la ola de la divina caridad!

Haz que nosotros tus hijos, confortados por Ti en las penas, protegidos en los peligros, apoyados en las luchas, amemos y sirvamos a tu dulce Jesús, y merezcamos los goces eternos junto a Ti. Amén.

Examen de Conciencia para la Confesión

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.

Salmo 50

I. Dice el Señor: “Amarás a tu Dios con todo el corazón”

1. ¿Tiende mi corazón a Dios de manera que en verdad lo ame sobre todas las cosas en el cumplimiento fiel de sus mandamientos, como ama un hijo a su padre, o, por el contrario, vivo obsesionado por las cosas temporales? ¿Obro en mis cosas con recta intención?

2. ¿Es firme mi fe en Dios, que nos habló por medio de su Hijo? ¿Me adhiero firmemente a la doctrina de la Iglesia? ¿Tengo interés en mi instrucción cristiana escuchando la Palabra de Dios, participando en la catequesis, evitando cuanto pudiera dañar mi fe? ¿He profesado siempre, con vigor y sin temores mi fe en Dios? ¿He manifestado mi condición de cristiano en la vida pública y privada?

3. ¿He rezado mañana y noche? ¿Mi oración es una auténtica conversación –de mente y corazón- con Dios o un puro rito exterior? ¿He ofrecido a Dios mis trabajos, dolores y gozos? ¿Recurro a él en mis tentaciones?

4. ¿Tengo reverencia y amor hacia el nombre de Dios o le ofendo con blasfemia, falsos juramentos o usando su nombre en vano? ¿Me he dirigido irreverentemente a la Virgen María y los santos?

5. ¿Guardo los domingos y días de fiesta de la Iglesia participando activa, atenta y piadosamente en la celebración litúrgica, y especialmente en la Misa? ¿He cumplido el precepto de la confesión y de la comunión pascual?

6. ¿Tengo, quizá, otros “dioses”, es decir: cosas por las que me preocupo y en las que confío más que en Dios, como son las riquezas, las supersticiones, el espiritismo o cualquier forma de inútil magia?

II. Dice el Señor: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”

1. ¿Tengo auténtico amor a mi prójimo o abuso de mis hermanos utilizándolos para mis fines o comportándome con ellos como no quisiera que se comportasen conmigo? ¿Los he escandalizado gravemente con palabras o con acciones?

2. ¿He contribuido, en el seno de mi familia, al bien y a la alegría de los demás con mi paciencia y verdadero amor? ¿Han sido los hijos obedientes a sus padres, prestándoles respeto y ayuda en sus necesidades espirituales y temporales? ¿Se preocupan los padres por educar cristianamente a sus hijos, ayudándoles con el ejemplo y con la paterna autoridad? ¿Son los cónyuges fieles entre sí en el corazón y en la vida?

3. ¿Comparto mis bienes con quienes son más pobres que yo? ¿Defiendo en lo que puedo a los oprimidos, ayudo a los que viven en la miseria, estoy junto a los débiles o, por el contrario, he despreciado a mis prójimos, sobre todos a los pobres, débiles, ancianos, extranjeros y hombres de otras razas?

4. ¿Realizo en mi vida la misión que acepté en mi Confirmación? ¿Participo en las obras de apostolado y caridad de la Iglesia y en la vida de mi parroquia? ¿He tratado de remediar las necesidades de la Iglesia y del mundo? ¿He orado por ellas, especialmente por la unidad de la Iglesia, la evangelización de los pueblos, la realización de la paz y la justicia?

5. ¿Me preocupo por el bien y la prosperidad de la comunidad humana en la que vivo o me paso la vida preocupado tan sólo de mí mismo? ¿Participo, según mis posibilidades, en la promoción de la justicia, la honestidad de las costumbres, la concordia y la caridad en este mundo? ¿He cumplido con mis deberes cívicos? ¿He pagado mis tributos?

6. ¿En mi trabajo o empleo soy justo, laborioso, honesto, prestando con amor mi servicio a la sociedad? ¿He dado a mis obreros o sirvientes el salario justo? ¿He cumplido mis promesas y contratos?

7. ¿He prestado a las legítimas autoridades la obediencia y respeto debidos?

8. Si tengo algún cargo o ejerzo alguna autoridad ¿los uso para mi utilidad personal o para el bien de los demás, en espíritu de servicio?

9. ¿He mantenido la verdad y la fidelidad o he perjudicado a alguien con palabras falsas, con calumnias, mentiras o violación de algún secreto?

10. ¿He producido algún daño a la vida, la integridad física, la fama, el honor o los bienes de otros? ¿He procurado o inducido al aborto? ¿He odiado a alguien? ¿Me siento separado de alguien por riñas, injurias, ofensas o enemistades? ¿He rehusado por egoísmo, presentarme como testigo de la inocencia de alguien?

11. ¿He robado o deseado injusta o desordenadamente cosas de otros o les he causado algún daño? ¿He restituido lo robado y he reparado el daño?

12. Si alguien me ha injuriado ¿me he mostrado dispuesto a la paz y a conceder, por el amor de Cristo, el perdón, o mantengo deseos de odio y venganza?

III. Cristo, el Señor dice: “Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto”

1. ¿Cuál es la dirección fundamental de mi vida? ¿Me anima la esperanza de la vida eterna? ¿Me esfuerzo en avanzar en la vida espiritual por medio de la oración, la lectura y meditación de la Palabra de Dios, la participación en los sacramentos y la mortificación? ¿Estoy esforzándome en superar mis vicios, mis inclinaciones y pasiones malas, como la envidia o la gula en comidas y bebidas? ¿Me he levantado contra Dios, por soberbios o jactancia, o he despreciado a los demás sobrestimándome a mí mismo? ¿He impuesto mi voluntad a los demás en contra de su libertad y sus derechos?

2. ¿Qué uso he hecho de mi tiempo, de mis fuerzas, de los dones que Dios me dio? ¿Los he usado en superarme y perfeccionarme a mí mismo? ¿He vivido ocioso y he sido perezoso?

3. ¿He soportado con serenidad y paciencia los dolores y contrariedades de vida? ¿He mortificado mi cuerpo para ayudar a completar “lo que falta a la Pasión de Cristo”? ¿He observado la ley del ayuno y la abstinencia?

4. ¿He mantenido mis sentidos y todo mi cuerpo en la pureza y la castidad como templo que es del Espíritu Santo, llamado a resucitar en la gloria y como signo del amor que el Dios fiel profesa a los hombres, signo que adquiere toda su luz en el matrimonio? ¿He manchado mi carne con la fornicación, con la impureza, con palabras o pensamientos indignos, con torpes acciones o deseos? ¿He condescendido a mis placeres? ¿He mantenido conversaciones, realizado lecturas o asistido a espectáculos y diversiones contrarias a la honestidad humana y cristina? ¿He incitado al pecado a otros con mi falta de decencia? ¿He observado la ley moral en el uso del matrimonio?

5. ¿He actuado alguna vez contra mi conciencia, por temor o por hipocresía?

6. ¿He tratado siempre de actuar dentro de la verdadera libertad de los hijos de Dios, según la ley del Espíritu, o soy siervo de mis pasiones?

Tomado del Ritual Romano de la Penitencia.

sábado, 6 de noviembre de 2010

El Sacramento de la Penitencia

  • Para una buena confesión es necesario:

- El examen de conciencia, para poner toda tu vida a la luz del Evangelio;

- El dolor de los pecados (contrición), por haber ofendido a Dios;

- El propósito de enmienda, porque quieres cambiar de vida, convertirte, con la gracia de Dios;

- La confesión de los pecados al sacerdote: expones todos tus pecados con sencillez y sinceridad;

- La satisfacción: cumplir la penitencia, reparar el daño causado al prójimo, restituir lo robado (bienes, fama…).

  • Examen de conciencia

Es necesario confesar los pecados graves, o "mortales", que son los que tienen como objeto una materia grave (contra los Mandamientos), se cometen con pleno conocimiento y consentimiento deliberado. Sin embargo, para una más profunda y progresiva conversión, será bueno que también te arrepientas y confieses tus pecados veniales. A continuación tienes un cuestionario (que incluye virtudes y defectos) para ayudarte a examinar tu conciencia.

Primer Mandamiento

¿Tengo a Dios por encima de todo y trato de aumentar mi fe y mi amor a Dios? ¿He admitido en serio dudas contra las verdades de la fe? ¿He negado alguna verdad de fe? ¿He recibido indignamente algún sacramento? ¿He leído, visto o divulgado alguna publicación contraria a la fe católica? ¿He desesperado de mi salvación o he abusado de la confianza en Dios para pecar tranquilamente? ¿He hablado irreverentemente de las cosas y personas sagradas? ¿He practicado la superstición, el espiritismo y cosas semejantes?

Segundo Mandamiento

¿He blasfemado? ¿He pronunciado palabras injuriosas contra Dios, la Virgen María, los santos o las cosas sagradas, incluso delante de otros? ¿He dejado de cumplir culpablemente algún voto o promesa? ¿He pronunciado el santo nombre de Dios sin respeto e irreverentemente?¿He jurado con mentira o sin necesidad?

Tercer Mandamiento (y Mandamientos de la Iglesia)

¿He santificado el domingo, asistiendo consciente y devotamente a la celebración de la Eucaristía y guardando el descanso sagrado? ¿Dedico el domingo a la familia, a las obras de caridad, a cultivarme espiritual y humanamente? ¿Acepto con docilidad lo que me enseña la Iglesia? ¿Cumplo sus mandamientos?

Los mandamientos de la Iglesia

El primero, oír misa entera todos los domingos y demás fiestas de precepto, y no realizar trabajos serviles.

El segundo, confesar, al menos una vez al año, los pecados graves de que se tenga conciencia.

El Tercero, recibir el sacramento de la Eucaristía al menos por Pascua.

El Cuarto, abstenerse de comer carne y ayunar en los días establecidos por la Iglesia (ayuno y abstinencia: el miércoles de ceniza y el viernes santo; abstinencia: los viernes de cuaresma).

El quinto, ayudar a las necesidades de la Iglesia.

Cuarto Mandamiento

¿Honro a mis padres con el amor, el respeto y la obediencia, o los maltrato y hago sufrir con mi conducta, mi soberbia, mi egoísmo o malos tratos? ¿Ayudo a mis padres en sus necesidades, enfermedad, ancianidad? ¿He reñido con mis hermanos, no me hablo con alguno de ellos, les tengo envidia o les he dado mal ejemplo?

Los padres habrán de preguntarse si tratan bien a sus hijos, les dan ejemplo, cuidan de su formación cristiana… Y los esposos, si toman en serio el amor conyugal.

Quinto Mandamiento

¿Tengo odio, rencor o enemistad con alguien? ¿He deseado algún mal a mi prójimo? ¿He tratado mal a alguien con envidia, ira, desprecio, burla? ¿He escandalizado a otros, induciéndolos al mal? ¿He causado algún mal físico a otros? ¿He quitado la vida a alguien, en todos los sentidos? ¿He abortado o colaborado en aborto o eutanasia? ¿He conducido imprudentemente el coche o la moto? ¿He atentado contra mi vida? ¿Me he dejado llevar de la gula? ¿He tomado drogas, o alcohol en exceso? ¿He corregido evangélicamente al prójimo, para que evite los peligros físicos o espirituales?

Sexto y noveno Mandamientos

¿Me he entretenido en pensamientos, deseos o recuerdos impuros? ¿Me guardado debidamente la vista y demás sentidos? ¿He cometido –o deseado- alguna acción impura: solo o con otros, de distinto o del mismo sexo, pariente, consagrados, menores de edad? ¿Me he puesto en peligro consciente de pecado: diversiones, lecturas, espectáculos, páginas indecentes de internet? ¿Tengo amistades peligrosas? ¿Guardo la debida castidad en el noviazgo o en el matrimonio?

Séptimo y décimo Mandamientos

¿He robado alguna cosa o cantidad de dinero? ¿Lo he devuelto? ¿Cumplo fielmente mis deberes sociales: impuesto, seguros, votaciones, etc.? ¿Me tomo en serio el precepto divino del trabajo, que para algunos se concreta en el estudio? ¿Reacciono como cristiano contra abusos e injusticias que perjudican a los más débiles? ¿He apoyado programas, de acción social o política, inmorales y anticristianos? ¿Contribuyo con mis bienes a las necesidades de la Iglesia y de los pobres?

Octavo Mandamiento

¿He mentido? ¿He reparado el daño derivado de mis mentiras? ¿He criticado a otros, descubriendo faltas graves? ¿He violado la intimidad de otros: correspondencia, conversaciones, secretos? ¿He hecho juicios temerarios contra el prójimo? ¿Los he comunicado a otra persona? ¿He rectificado ese juicio erróneo? ¿He calumniado a otros atribuyéndoles algo que es falso? ¿He reparado o estoy dispuesto a reparar esa calumnia? ¿Soy consciente de que, por encima de las diferencias ideológicas o políticas que dividen, está el amor cristiano que ama al adversario?

Pastoral Universitaria Madrid. Evangelio 2010, Edibesa, Madrid, s.f., p. 398-401; 416.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Beata Sor Isabel de la Trinidad - Inhabitación de Dios en el alma

“…Le pediré al Divino Espíritu se digne revelarte esa presencia de Dios dentro de ti y de la cual tanto te he hablado. Puedes dar crédito a mi doctrina te lo aseguro, puesto que no es mía.

“Si lees el Evangelio de San Juan verás con cuánta insistencia recomienda el Divino Maestro este mandato: Permaneced en mí y yo en vosotros (Jn 15,4). Y este otro pensamiento bellísimo, que me ha servido para encabezar mi carta: Si alguno me ama, mi Padre le amará y vendremos a El y haremos en El nuestra morada (Jn 14,23). El Apóstol San Juan en sus Epístolas nos expresa el deseo de que tengamos comunión con la Santísima Trinidad (1 Jn 1,3). ¡Qué dulce y qué sencilla es esta palabra! Basta, dice San Pablo, que tengamos fe, Dios es espíritu (Jn 4, 24), y es la fe la que nos acerca a El.

Considera que tu alma es el templo de Dios (1 Cor 3,16; 6,19), como dice también San Pablo. Ahí están en todo momento, de día y de noche, las Tres Divinas Personas. En cuanto a la Humanidad de Cristo, no siempre la tienes contigo, sino cuando comulgas. Pero la Divinidad, en cambio, aquella Esencia purísima a quien adoran los Bienaventurados en el Cielo, mora en tu alma. Cuando uno llega a tener una viva convicción de esto, establécese entre Dios y el alma una intimidad tan entrañable que nunca se está solo.

“Si lo prefieres, piensa que Dios está a tu lado más bien que dentro de ti. Sigue lo que más te guste, con tal que vivas con El como con un Ser a quien mucho se ama. ¡Es tan sencillo! Para ello no hacen falta grandes pensamientos. Basta un sincero desahogo del corazón”.

Madre Germana de Jesús, O.C.D. Isabel de la Trinidad, Recuerdos. 3ª ed., España, Editorial de Espiritualidad, 1985, pp. 268-269.

Humildad

“…Dice el autor de estas páginas, entre otras cosas, que nadie es capaz de turbar al humilde, que es un ser que goza de una paz imperturbable, porque se ha hundido en un abismo tan profundo que no habrá nadie que vaya a buscarle allí. Añade asimismo que el humilde encuentra el mayor placer de su vida en la experiencia de su propia debilidad a los ojos de Dios.”

Madre Germana de Jesús, O.C.D. Isabel de la Trinidad, Recuerdos. 3ª ed., España, Editorial de Espiritualidad, 1985, p. 308.

San Karl Leisner -Celebró su primera, su única y última Misa

“Se trata de karl Leisner, que ahora está ya canonizado. Karl, aquí lo pone, en la estampa, nació el 18 de febrero de 1915 en Rees. Seis años más tarde se trasladó con su familia a una ciudad pequeñita que se llama Cleves. Allí acabó el bachillerato en el año 1934 y comenzó los estudios de Teología en Münster, en esa ciudad en la que yo había cogido esta estampa. Karl había sido dirigente de un movimiento juvenil católico muy extendido, pero comprendió enseguida que su vocación era ser sacerdote. El 25 de marzo de 1939 recibió la ordenación de diácono. Hasta aquí todo iba bien.

Pero, ¿qué pasó a continuación? Pues que inmediatamente después de ser ordenado diácono fue arrestado por las SS y llevado al campo de concentración de Dachau, que era un campo de exterminio. Le habían conducido allí para acabar con su vida.

La fotografía de la estampa es la misma que le habían hecho en el campo de concentración, con su número de preso, el 22.356. En el campo pasó cuatro años. En esos campos había algunas personas que morían inmediatamente, sobre todo los que habían sido conducidos a Auschwitz. En Dachau, los prisioneros tenían que hacer trabajos forzados. Cuando se trataba de jóvenes, normalmente los ponían a trabajar muy duramente y, si perdían la salud, los mataban. Si eran mayores o no tenían salud, los mataban inmediatamente.

Karl era fuerte, joven y, por tanto le pusieron a hacer trabajos forzados durante cuatro años. Como era diácono, ya no pudo ordenarse sacerdote.

En la estampa se lee que, algo más tarde, cayó muy gravemente enfermo de tuberculosis. Como se sabe, en los campos, a los que enfermaban les mataban.

Él pensaba que lo iban a matar enseguida. Y, efectivamente, le trasladaron los que iban a ser conducidos a las cámaras de gas. Fue entonces cuando comentó a uno de los que estaban allí que su única pena, la tristeza que tenía, era no haber podido ser ordenado sacerdote para haber celebrado, al menos, una Misa en su vida.

Ese fue su comentario. Y la Providencia de Dios hizo que esas palabras se extendiesen por el campo y que llegasen, de boca en boca, de barracón en barracón, a un obispo que también era prisionero de los nazis. El obispo, que también murió en el campo, al enterarse del deseo de Karl, se las ingenió para acudir a la sala donde estaba Karl para ordenarle sacerdote.

Y así fue. Le ordenó cuando ya estaba terriblemente enfermo de tuberculosis. Era el 17 de diciembre de 1944, y estaban en Dachau. La alegría de Karl era enorme. “Voy a morir siendo sacerdote”, decía. Pero no podía celebrar ninguna Eucaristía porque allí, en Dachau, ¿cómo iba a celebrarla? El obispo le había ordenado, pero no había ni pan, ni vino. Nada de nada. Era imposible.

Karl vivía una alegría tremenda por ser sacerdote, pero también una pena inmensa por no poder consagrar el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor.

Cuando le llevaban a la cámara de gas, estaba tan enfermo que decidieron abrir las puertas del campo de concentración y tirarlo fuera para que muriera allí. Estaba medio muerto y los carceleros pensaron que, con la cantidad de gente que iban a quemar después de pasar por la cámara de gas, era preferible arrojarlo fuera. ¡No daban abasto!

Agonizaba cuando algunas personas le recogieron. Les contó su historia y le llevaron a un hospital para que muriera. Pero, sobre todo, él les dijo que era sacerdote y que le gustaría, ¡al menos!, celebrar una Misa.

Y allí, en la cama de un hospital, celebró su primera y última Misa. Murió inmediatamente.”

Domíguez Prieto, Pablo. Hasta la cumbre. Testamento Espiritual. 2ª ed., España, San Pablo, 2009, pp. 117-119.

Sierva de Dios Sor Mª de los Ángeles Dávila Sestelo - Una Recadera en el Cielo

“Sufrir es lindo, eso es lo que quiero, parecerme en todo a Ti. Deseo el martirio con grandes ganas…”.

Damián Yánez, Fray María. Sor María de los Ángeles Dávila Sestelo, Una Recadera en el Cielo. España, Monte Carmelo, España, 1999, p. 123

“Mira, si no me das la cruz de tus dolores, tus espinas y clavos, la hiel de tus agravios y tus llagas siempre abiertas, no digas que me quieres… Yo seré buena niña como Tú. ¡Ya verás! Te querré más que nadie. Cosas grandes y sublimes no tengo, no, ya lo sabes, pero sí te daré un sin fin de florecillas pequeñas, sacrificios ¿Te gustan?”.

Ibíd., pp. 123 y 124.

“Tú bien sabes Mamasiña, que Amor dice dolor y unión con Jesús… Vivir sin Cruz, sólo en el cielo. En la tierra no, no, sería una negra muerte más que vida, ¿no te parece?”

Ibíd., p. 249.

“El Niñito Jesús os ayudará y consolará. ¡Nadita temáis!”.

Ibíd., p. 251.

“Nada de la tierra quiero,

Nada te pido Señor,

Sólo una cosa deseo

¡Morar en tu CORAZÓN!

Ibíd., p. 253.

“Tu querer es mi dicha,

Tu dicha mi gozar

Y mi cielo en la tierra

Vivir tu voluntad.”

Ibíd., p. 287.

“Todo por Jesús

Con Jesús y

En Jesús.”

Loc. Cit.

“AMAR es dar al AMADO TODOS

Sus pedires, ¡Cueste lo que cueste!

Todo tu vivir sea un acto de amor

Eterno a Jesús y a María.”

Ibíd., p. 481.

Beata Sor Isabel de la Trinidad - La Tentación

Vida y tentación.- “Todo lo puedo en aquel que me conforta”.

La vida es un combate (Jb. 7, 1)

"De una o de otra manera seremos tentados durante nuestra vida. La tentación no es por sí misma un pecado. Tampoco lo es aunque se sienta incluso algún placer, siempre que se procure desde el primer momento no entretenerse en él. No es necesario luchar directamente contra la idea que nos sugestiona. Lo mejor es pensar en otra cosa.

El Señor nos ha indicado las armas para luchar contra la tentación. Vigilando y orando (Mt. 26,41) con Dios tenemos segura la victoria. El no permite jamás la tentación sin concedernos antes la gracia suficiente para resistir (I Cr. 10, 13). Sí, todo lo puedo en aquel que me da fuerza (Fp. 4, 13)."

Sor Isabel de la Trinidad Obras Completas. España, Monte Carmelo, 1985? p. 51.

Padre Eduardo Laforet - Testamento Espiritual

“Como cumbre de todo arraiga en ti una profunda piedad eucarística, centrada en la Santa Misa, memorial de la Pasión del Señor. Cultivada en largos ratos de oración ante el Sagrario o la custodia, en visitar al Santísimo, en comuniones espirituales o vuelos de amor… No escatimes tiempo para ello. No cese nunca tu adoración.”

Rodríguez Gutiérrez, Feliciano. La Ofrenda de una Vida Padre Eduardo Laforet. España, EDICEP, 2009, p. 238.

Santo Alberto Hurtado S.J.

“La verdadera devoción no consiste solamente en buscar a Dios en el cielo o a Cristo en la Eucaristía, sino también en verlo y servirlo en la persona de cada uno de nuestros hermanos.”

Fundación Padre Hurtado. Palabras del Padre Hurtado. Chile, Gráficandes, 2005, p. 56.

“Un hombre agotado busca fácilmente la compensación… Ha perdido parte del control de sí mismo, el cuerpo está cansado, los nervios agitados, la voluntad vacilante. Las mayores tonterías son posibles en estos momentos. Entonces hay, sencillamente, que relajar. Volver a encontrar la calma entre amigos bondadosos, recitar maquinalmente su rosario, dormitar dulcemente en Dios.”

Ibíd., p. 94.

“No es fácil conversar. Lo más difícil está, no en hablar, sino en callar. El que se interesa quiere oír su voz. En la conversación se busca frecuentemente un desahogo, aún bajo el pretexto de una consulta. El que sabe escuchar tiene un gran camino asegurado y a la larga es el que domina.”

Ibíd., p. 96.

"Bajo los harapos de pobre y bajo esa capa de suciedad que los desfigura por completo, se esconden cuerpos que pueden llegar a ser robustos y se esconden almas tan hermosas como el diamante."

Ibíd., p. 122.

“La vida nos ha sido dada para buscar a Dios. La muerte para encontrarlo. La eternidad para poseerlo”.

Ibíd., p. 169.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Mi Visita a Jesús Sacramentado


Actos de adoración:

Vengo, Jesús mío, a visitarte.

Te adoro en el Sacramento de tu amor.

Te adoro en todos los Sagrarios del mundo.

Te adoro, sobre todo, en donde estás más abandonado y eres más ofendido.

Te ofrezco todos los actos de adoración que has recibido desde la institución de este Sacramento, y recibirás hasta el fin de los siglos.

Te ofrezco principalmente las adoraciones de tu Santa Madre, de San Juan, tu discípulo amado, y de las almas más enamoradas de la Eucaristía.

Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.

Ángel de mi Guarda, ve y visita en mi nombre todos los Sagrarios del mundo.

Di a Jesús cosas que yo no sé decirle, y pídele su bendición para mi.

Actos de fe:

Creo, Jesús mío, que eres el Hijo de Dios vivo que has venido a salvarnos.

Creo que estás presente en el augusto Sacramento del Altar.

Creo que estás, por mi amor, en el Sagrario noche y día.

Creo que has de permanecer con nosotros hasta que se acabe el mundo.

Creo que bendices a los que te visitan, y que atiendes los ruegos de tus adoradores.

Creo que eres el viático de los moribundos que te aman para llevarlos al cielo.

Creo en Ti, y creo por lo que no creen.

(Comunión espiritual)

Actos de esperanza:

Espero en Ti, Jesús mío, porque eres mi Dios y me has creado para el cielo.

Espero en Ti, porque eres mi Padre. Todo lo he recibido de tu bondad. Solo lo malo es mío.

Espero en Ti, porque eres mi Redentor.

Espero en Ti, porque eres mi Hermano y me has comunicado tu filiación divina.

Espero en Ti, porque eres mi Hermano y me has comunicado tu filiación divina.

Espero en Ti, porque eres mi Abogado que me defiende ante el Padre.

Espero en Ti, porque eres mi Intercesor constante en la Eucaristía.

Espero en Ti, porque me has conquistado el cielo con tu Pasión y muerte.

Espero en Ti, porque reparas mis deudas.

Espero en Ti, porque eres el verdadero Tesoro de las almas.

Espero en Ti, porque eres tan bueno que me mandas que confíe en Ti bajo pena de condenación eterna.

Espero en Ti, porque siempre me atiendes, y me consuelas, y nunca has defraudado mi esperanza.

¡ Sagrario Corazón de Jesús, en Ti confío !

Actos de caridad:

Te amo, Jesús mío, y te amo con todas las veras y como a nadie.

Porque Tú me has amado infinitamente.

Porque Tú me has amado desde la eternidad.

Porque Tú has muerto para salvarme.

Porque Tú no has podido amar más.

Porque Tú me has hecho participante de tu divinidad y quieres que lo sea de tu gloria.

Porque Tú te entregas del todo a mi en la Comunión.

Porque Tú me das en manjar tu Cuerpo y en bebida tu sangre.

Porque Tú estas siempre por mi amor en la Santa Eucaristía.

Porque Tú me recibes siempre en audiencia sin hacerme esperar.

Porque Tú eres mi mayor Amigo.

Porque Tú me llenas de tu dones.

Porque Tú me tratas siempre muy bien, a pesar de mis pecados e ingratitudes.

Porque Tú me has enseñado que Dios es mi Padre que me ama mucho.

Porque Tú me has dado por Madre a tu misma Madre.

¡ Dulce Corazón de Jesús, haz que te ame cada día más y más !

¡ Dulce Corazón de Jesús, se mi amor !

Te amo por los que no te aman.

Te amo por los que nunca piensan en Ti.

Te amo por los que no te visitan.

Te amo por lo que te ofenden e injurian.

¡ Que pena por esto!

Te amo y te digo con aquél tu siervo:

¡ Oh Jesús, yo me entrego a Ti para unirme al amor eterno, inmenso e infinito que tiene a tu Padre celestial ! ¡ Oh Padre adorable ! Te ofrezco el amor eterno, inmenso e infinito de tu amado Hijo Jesús, como mío que es Te amo, cuando tu Hijo te ama (S. Juan Eudes)

Actos de contrición:

¡ Jesús mío, misericordia !

Jesús mío, te pido perdón por los muchos pecados que he cometido durante mi vida.

Por los de mi niñez y adolescencia.

Por los de mi juventud.

Por los de mi edad adulta.

Por los que conozco y no conozco.

Por lo mucho que te he disgustado con ellos.

Por lo mal que me he portado contigo.

Siento mucho haberte ofendido.

¡ Perdóname, perdóname, perdóname !

Perdóname por lo ingrato que he sido para Ti.

Perdóname y no quieras ya acordarte de mis pecados.

Perdóname y limpia mi alma de toda basura e infidelidad.

Perdóname y ten misericordia de este pobre pecador.

Perdóname porque estoy muy arrepentido.

Perdóname que quiero ser bueno en adelante con tu divina gracia.

Perdóname y aparta tu rostro de mis ingratitudes.

Perdóname, que me cusan mucho miedo mis pecados.

Perdóname, porque me reconozco pecador y reo.

Perdóname, porque no obstante Tú sabes que te quiero mucho.

Jesús, sé para mí Jesús.

Madre mía María intercede por mi ante tu divino Hijo Jesús.

¡ Dulce Corazón de María, se mi salvación !

Actos de gratitud:

Oh Jesús, te doy rendidas gracias por los beneficios que me has dado.

Yo no sabré nunca contarlos sino en el cielo, y allí te los agradeceré eternamente.

Padre celestial, te los agradezco por Santísimo Hijo Jesús.

Espíritu Santo, que me inspiráis estos sentimientos, a Ti sea dado todo honor y toda gloria.

Jesús mío, te doy gracias sobre todo por haberme redimido.

Por haberme hecho cristiano mediante el Bautismo, cuyas promesas renuevo.

Por haberme dado por Madre a tu misma Madre.

Por haberme dado un grande amor a tan tierna Madre.

Por haberme dado por Protector a San José, tu Padre adoptivo.

Por haberme dado al Ángel de mi Guarda.

Por haberme conservado hasta ahora la vida para hacer penitencia.

Por tener estos deseos de amarte y de vivir y morir en tu gracia.

Actos de súplica:

Te ruego, Jesús mío, que no me dejes porque me perderé.

Que persevere siempre en tu amor

Que estés siempre conmigo, sobre todo cuando esté en peligro de pecar, y en la hora de mi muerte.

Que no permitas que jamás me aparte de Ti.

Que sepa padecer con resignación por Ti.

Que no me preocupe sino de amarte.

Que ame también a mis prójimos.

Que ame mucho a los pecadores.

Que ame mucho a los pobres y a los enfermos.

Que ame mucho a las almas del Purgatorio.

Que saque muchas almas del Purgatorio, con mis obras, que te las ofrezco a este fin.

Que ampares a tu Iglesia.

Al Romano Pontífice, tu Vicario visible en la tierra.

A los Prelados y a los Sacerdotes.

A los Religiosos y Religiosas.

A lo s que mandan en tu nombre.

A los que gobiernan nuestra nación.

A nuestra querida España.

A mis amados parientes y allegados.

Que pagues a mis bienhechores.

Que favorezcas a los que ruegan por mi.

Que bendigas a los que me miren con indiferencia y no me quieren.

Que trabaje mucho por Ti hasta la muerte.

Que me concedas una muerte santa.

Que diga al morir; ¡ Jesús, Jesús, Jesús !.

Que me lleves al cielo cuando muera.

Amén.

ORACIÓN FINAL

Jesús mío, échame tu bendición antes de salir, y que el recuerdo de esta visita, que acabo de hacerte, persevere en mi memoria y me anime amarte más y más. Haz que cuando vuelva a visitarte, vuelva más santo. Aquí te dejo mi corazón para que te adore constantemente y lo hagas más agradable a tus divinos ojos.

Adiós, Adiós, Jesús mío.

H Orzanco (C.M.)

Con las licencias necesarias

Horas de Sagrario

"Horas de Sagrario que son un encuentro
con el alma herida en su caminar;
encuentro amoroso del Amor que pide
amor al que ama, sólo para amar...

Horas de Sagrario ..., ratos de silencio...,
peticiones dulces, tierna intimidad...,
coloquios de amores..., relación de amigo...,
manifestaciones de Divinidad..."

"Horas de Sagrario reclaman mis ansias,
y hoy pido a las almas, tras mi reclamar,
para que aperciban, en tiernos coloquios,
los misterios hondos de la eternidad.

Horas de Sagrario que son un abismo
donde el hombre entra para contemplar
el misterio inmenso del Dios escondido
tras la forma humilde de un trozo de pan."

Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

miércoles, 19 de mayo de 2010

Palabras de la Madre Teresa de Calcuta

<<... Vosotros teneís que prepararos bien para vuestra vocación misionera sacerdotal, porque si el sacerdote es bueno, santo, la gente seguirá al Buen Pastor, estará unida a la Iglesia, a Dios, al prójimo >>.

Madre Teresa de Calcuta

Gjergji, Lush. La Madre de la Caridad. Nauta, España, 1991, p. 14.

domingo, 16 de mayo de 2010

¿De qué sirve la vida si no es para darla?

“Quizá la conozcáis. No lo sé. Si es así, estoy convencido de que os encantará recordarla. Y si no, disfrutaréis descubriéndola. Me refiero a Violaine – Violeta-, que es una mujer sencilla, como una violeta que pasa inadvertida. Las violetas, según dicen los especialistas, crecen en la oscuridad y, al ser pisadas, es cuando más olor desprenden. Violaine es un personaje femenino que presenta Paul Claudel, un importante literato, en su obra La Anunciación. Es una mujer enamorada, una mujer feliz. <<¡Qué feliz soy! exclama-, ¡alabado sea Dios que me ha dado enseguida mi lugar y no tengo ya que buscarlo! Yo no le pido otro. Soy Violaine y mi lugar es Dios>>. Todas las palabras de Violaine encierran una belleza extraordinaria: la belleza de la verdad y de la entrega. Todas sus exclamaciones evocan la sencillez de una vida auténtica. Hasta sus ojos, que son azules, remiten a Dios, su único amor. Pero, de todas las frases que pronuncia Violaine en esta obra, quiero resaltar una: “¿De qué sirve la vida sino es para darla?”. Es que Violaine fue una mujer que derramó caridad, un cuerpo virgen que derramó caridad.

Un tarde se encontró con Pierre de Croan, que era un famoso constructor de catedrales, acaso el más famoso. A pesar de la fama, Pierre sufrió toda su vida una gran desgracia que le marcó: estaba enfermo de lepra. Violaine sintió siempre una compasión muy especial hacia aquel leproso al que nadie quería acercarse y al que todo el mundo requería para construir grandes edificios. Pierre hacía tiempo que tenía la “debilidad” de enamorarse de Violaine. Por una sola mirada de ella lo habría dado todo, todo por aquella mirada limpia. Violaine, movida por la caridad y por la compasión que llevaba en sí, un día se acercó a Pierre. Al despedirse, le besó en la frente. Pierre, pensando que estaba ya en el cielo sonrío con una sonrisa que creía eterna y, a partir de entonces, comenzó a vivir con una esperanza nueva.

Poco tiempo después, en primavera, Violaine descubre que en su cuerpo ha florecido la lepra y, es misma mañana, Pierre se sorprende al descubrir que está limpio de la enfermedad. Aquel beso de Violaine había tomado su lepra. ¡Qué admirable intercambio! ¡Pierre asume la pureza de Violaine y ella su lepra!: “¿De que sirve la vida si no es para darla?”.

Así acaba la obra, no sin antes mostrar el autor cómo Violaine muere y cómo Pierre coloca el cuerpo de Violaine en lo alto de una cúpula de su última catedral, como la piedra más preciosa.

Reflexionando sobre la historia de Violaine se hace muy palpable el sentido de esa frase que ella repetía con tanta fuerza: “¿De qué sirve la vida si no es para darla, para entregarla?”. Él, Pierre, vive por ella, y ella, Violaine, muere por él. Ella muere por la enfermedad de Pierre, y Pierre vive por la salud de Violaine.

Es obvio que este bello drama de Paul Cladel es una alegoría de la pasión y de la muerte de nuestro Señor Jesucristo. Claudel ha querido mostrarnos cuál es la vida de Cristo. Cristo es la santidad, la pureza, la eternidad, la belleza. Y nosotros, unos más y otros menos, pero todos en gran medida, estamos llenos de lepra. ¿Y qué hace Cristo? Cristo se acerca a nosotros. No nos necesita. Pero por puro amor se acerca a nosotros y nos besa, nos ama, nos quiere. Y en este beso de Cristo, toma nuestros pecados. Él muerte a causa de nuestros pecados, de los de hoy, de los de ayer y de los e los de mañana. Cristo muerte en la cruz y nosotros vivimos, podemos resurgir de las tinieblas y algún día, por gracia de Dios, podremos vivir eternamente en el cielo, pero con una santidad y con una salud que no es nuestra: es la de Cristo. Porque nuestros pecados, nuestra enfermedad y nuestra muerte están en la Cruz, con Él.”

Domínguez Prieto, Pablo. Hasta la cumbre. Testamento Espiritual. 2ed., España, San Pablo, 2009, pp.59-61.

lunes, 26 de abril de 2010

Oración por el confesor

Oración por su confesor

"Oh Dios mío, que os habéis dignado darme un sostén en mi flaqueza, un consolador en mis penas un amigo en medio de los peligros que me rodean, en la persona del sacerdote a quien he confiado todo cuanto tengo de más querido en el mundo, la salvación de mi alma; permitidme que implore para él la abundancia de vuestras bendiciones. Dignaos, Señor, comunicarle vuestras celestiales luces para que me guíe siempre por la senda que me habéis trazado. Inflamad su corazón en vuestro santo amor para que pueda comunicar al mío, un poco de fervor. No me castiguéis, oh Dios mío, permitiendo que se equivoque sobre el verdadero estado de mi conciencia, que deseo le sea tan conocido como lo es de Vos. Dadle, Señor, el celo, la fortaleza, la paciencia, la ternura y la prudencia que le son tan necesarias.
Haced, sobre todo, que le obedezca como a vuestro representante, y que después de haber sido su alegría en la tierra sea su corona en el cielo. Así sea."

Beata Sor María Romero Meneses

Romero Meneses, María. Escritos Espirituales. Italia, Instituto Hijas de María Auxiliadora, 1990, p. 40-41.

jueves, 15 de abril de 2010

Desposorios en la Fe

“Catalina [de Siena] tiene ahora unos veinte años y está por llegar el tiempo de su misión pública en la Iglesia. Siente que algo decisivo ha de ocurrir y continúa rezando intensamente con aquella espléndida y dulcísima fórmula que se ha convertido para ella en habitual; pide a su Señor Jesús: << ¡Despósame en la fe ¡ >>
Era la noche de carnaval de 1367: "Durante aquellos días -escribe su primer biógrafo- en que hombres tienen la costumbre de celebrar la miserable fiesta del vientre", mientras los alborotados llenan la ciudad y su misma casa, la joven permanece en su habitación en donde repite absorta su plegaria esponsal .
Se le aparece entonces el Señor que le dice: "Ahora mientras los otros se divierten...he decidido celebrar contigo la fiesta de tu alma".
Repentinamente la Corte del cielo, con los santos que Catalina más ama, se hace presente, como al caer un velo: María la Virgen Madre, toma la mano de la muchacha y la une a la de su divino Hijo. Jesús le pone en el dedo un anillo luminoso (que Catalina verá, sólo ella, durante toda la vida) y le dice: "He aquí, que te desposo conmigo en la fe, conmigo tu Creador y Salvador. Conservarás íntegra esta fe hasta que nos veamos en el cielo para celebrar juntos las bodas eternas".”

Sicari, Antonio María. La Vida Espiritual del Cristiano. España, Edicep, 2003, p. 307-308.

miércoles, 14 de abril de 2010

La cuestión del tiempo en la oración

Como cualquier otra actividad, la oración requiere tiempo para que esté bien hecha. Es la parte de Dios en nuestras jornadas. Por eso conviene, en la oración, conceder al Señor <<>> (Lc 6,38). Efectivamente, una buena medida de tiempo y una cierta libertad en el don son requisitos necesarios para garantizar la calidad de la oración, para adquirir la experiencia y el gusto de la misma. La regularidad es aquí más importante que la cantidad de tiempo, y sucede que oraciones breves son más intensas; pero no hay que convertir eso en pretexto para acortar la oración. La oración, que emana de un corazón atento y fiel, tiende a prolongarse y puede introducirse entonces, como agua subterránea, en nuestras ocupaciones, para alimentarlas espiritualmente.
… Bajo el impulso del Espíritu Santo, que obra en nosotros como savia paciente, el tiempo de nuestra vida se recoge lentamente en el seno de la oración, en lugar de dispersarse y fragmentarse al hilo de los días, y podemos ofrecer a Dios el fruto de nuestros años, como una gavilla bien repleta.

Pinckaers, Servais. La Vida Espiritual. España, Edicep, 1995, p. 207

La oración vocal

La oración vocal designa la oración pronunciada en voz alta, recitada o cantada en grupo, en un coro o en una asamblea litúrgica. Se trata de una oración común, normalmente regulada y fijada en su forma y sus palabras; aunque también puede ser personal y espontánea, según la práctica de los grupos carismáticos, por ejemplo.

Pinckaers, Servais. La Vida Espiritual. España, Edicep, 1995, p. 207.

domingo, 21 de marzo de 2010

La oración interior

“La oración interior es la principal; constituye la esencia de la oración, pues Dios escucha, no la voz, sino el corazón, según san Cipriano. En efecto, en el corazón entendido en sentido bíblico, que reúne la atención del Espíritu y el impulso de la voluntad, es donde se entabla el diálogo de la oración con el Padre en lo secreto donde mana la fuente de la vida espiritual.
… Como ocurre con cualquier otra virtud, la oración se aprende a la manera de un oficio, mediante un largo y paciente ejercicio, a través de un esfuerzo incesantemente recomenzando para garantizar la calidad y el progreso. Sin embargo, la línea de crecimiento de la oración no se sitúa en la obra exterior, sino a nivel del corazón, en lo hondo del alma. La eficacia y el éxito no dependen aquí sólo de nuestra pena y de nuestra habilidad, sino sobre todo de nuestra docilidad al Espíritu Santo, que es el maestro de la oración y asegura su fecundidad.”

Pinchares, Servais. La Vida Espiritual. España, EDICEP, s.f., p. 206.

martes, 9 de marzo de 2010

Rezo de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el Nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


ACTO DE CONTRICIÓN

Haz de saber, ¡OH alma mía! Que tu Divino Jesús encendido en divino llamas y abrasado con el fuego de tu caridad voluntariamente se entregó a padecer por tu amor a sus crueles enemigos. Estos le prendieron de noche como a un ladrón facineroso, y dándole golpes y empeñotes le derribaron en tierra, y lo arrastraron y acosaron y pusieron debajo de sus pies, y allí en el suelo, estando el Señor boca abajo, le ataron las manos atrás y apretaron tan fuertemente los lazos corredizos que desollándole las muñecas, empezó a correr la sangre. Echaron al cuello una cadena tan gruesa y tan pesada que le impedía la respiración, y así preso y maniatado le llevaron con rabiosa furia y gritería de tribunal en tribunal. En casa de Anás levantó un sayón la mano que tenía armada con guante de hierro, y dio terrible golpe y tan recia bofetada en el venerable rostro de Jesús que, derribándole en tierra le hizo brotar la sangre por las mejillas, los ojos, las nariz, boca y oídos. Caifás lo trata de blasfemo, y escupiéndole allí su hermosa cara, le tiran unos de su venerable barba y otros arrancan sus cabellos, dándole pescozones y bofetadas todos le condenan y tienen por digno de muerte, luego que amaneció el viernes, se lo llevaron a Pilatos y éste le tuvo por inocente; y no hallando en el Señor culpa ni causa de muerte se lo remitió a Herodes. Aquí en este tribunal lo tratan y visten de loco y con burlas y risotadas se lo vuelven a Pilatos. Viendo éste que Jesús es tenido por la chusma por peor que Barrabás lo mandó azotar; y como a vil y miserable esclavo desnudo y atado de pies y manos a una columna, le dieron millares de azotes, ya con garfios, con que abriéndole la carne se la arrancaron a pedazos, hasta llegar a ver los huesos y las costillas descarnadas y habiendo cortado los cordeles cayó tu Señor en el lago de su sangre, sin aliento y casi sin vida. Allí en sus llagadas carnes ¡OH qué dolor! le dieron de puntapié, y repiten más y más azotes. Después obtenida la licencia para coronarle por Rey de burlas le ponen sobre los hombros llagados un pedazo de manta colorada, desecho y lleno de basura. Sentándole en una mala silleta, y con fiesta e irrisiones le pusieron la corona apretándole reciamente con unos pulos de modo que entraban las agudas espinas, unas hasta llegar a los huesos, otras rompiendo la carne salían por la frente y entrecejos; y dice Santa Brígida, que quedó toda la cabeza como ni hubieran metido en una tina de sangre, pusiéronle por centro una caña en mano, doblando una rodilla delante del Señor le decían con vilipendios y oprobios: “Dios te salve Rey de los Judíos”, le escupían a la cara, otros le daban de puntillones, otros se quitaban los zapatos y le daban con la suela en la boca y en su Divino Rostro y otros quitándole la caña le daban con ella sobre la corona, con que le apretaban más y más clavándole las espinas, y fue tanto el dolor que el Señor sintió en ese martirio que empezó a llorar y a derramar lágrimas no de agua sino de sangre. Al mirarle en el balcón vestido de burlesco Rey con las manos atadas, hecho una viva llaga todo su cuerpo y goteando sangre de la corona, y tan desfigurado que no parecía hombre, en vez de compadecerse de Jesús, es tan aborrecido, que sin poderle ver, piden todos a voces: “que muera”, “que muera crucificado”; por lo cual Pilatos lo sentenció a muerte de Cruz y dándose prisa aquella vil canallada desnudan al Señor y le ponen su propia vestidura y cargándole el pesado madero lo llevan por las calles públicas de Jerusalén, llamando la atención las trompetas para oír el clamor de los falsos pregones que lo publican traidor, falsario y blasfemo.

Míralo ya caminar con las rodillas temblando, el cuerpo inclinado con el peso de la Cruz, la cabeza y la frente claveteada con agudas y penetrantes espinas, desgreñado y lleno de sangre y cabello y por partes arrancado, con una soga a la garganta tirando de ella un sayón fiero; los pies descalzos y llagados, y con el rostro de la sangre que deja, va diciendo por donde va.

¡Mira alma mía cual va caminando el más hermoso de los nacidos!, mírale a la cara y verás lo que te quiere; mírale por tu amor afeado, renegrido, pinchado, lleno de sangre, de polvo y asquerosa salivas; mírale abofeteado y sembrado de sangrientos cardenales, mira su cuello con el collar del áspero y nuevo espanto, que entrándosele por la carne ya se detiene en el hueso! ¡Mira cómo cae con la Cruz dando contra las piedras; se baña la boca de sangre; se clavan más las espinas de la corona y se renuevan todas su llagas míralo caído y arrastrado por el suelo en presencia de su pobrecita Madre; y que en lugar de darle la mano le dan crueles puntillones tratándolo de embustero. Medio arrastrado y casi muerto llegó al calvario y desnudándole con rabiosa furia sale la carne pegada a la túnica y queda el Señor desnudo y avergonzado a la vista del pueblo y su santísimo cuerpo desollado y todo manchado de sangre.

¡Oh alma mía! Mira cual está en el monte de los amantes, el más amado y Divino Jesús. ¡Mira cuanto le cuesta quererte y que lleno está de sangre por amarte, y ahora con sentimiento de corazón, mira como recuesta las espaldas llegadas y desgarradas con azotes sobre un madero tosco y sin labrar; con cuanto amor extiende el brazo derecho y poniendo un sayón fiero la punta de un clavo en la mano descarga tan recias martilladas que hacen estremecer y temblar al Creador del Universo; y atando unos cordeles a la siniestra y haciendo hincapié en el costado en el costado del Señor tiran hasta que descoyuntándole llega la mano al barreno y la clavan con repetidos golpes, lo que a un mismo tiempo lastima el corazón de su pobrecita Madre; lo mismo hicieron al clavar los pies barrenándolos primero, como dice San Buenaventura y para remacharles los clavos, vuelcan la Cruz, quedando su majestad boca abajo entre el pesado madero y la tierra llena de piedras, huesos y espinas. Levantando en alto dejan caer el pie de la Cruz en el hoyo de un peñasco, y abriéndosele las carnes con el golpe, corren ya de nuevo fuentes de sangre. Míralo bien una muchas veces más, alma mía, míralo desencajado sus huesos, abiertas sus carnes, llagado y destrozado todo su cuerpo.

Míralo otra vez, y no hallarás otra cosa que clavos, cruz, llagas, sangre y espinas. Mira a su amado y querido Jesús Nazareno hecho un retablo de dolores, sediento, blasfemado, escarnecido y en medio de ladrones como si fuera Capitán de ellos.

Vuélvele a mirar alma mía, y verás un cuerpo colgado de tres clavos con mil cuatrocientas sesenta y cinco heridas sin las mil de la cabeza; su rostro bello y hermoso denegrido y afeado con señales de muerte; sus ojos cubiertos de sangrientas lágrimas; las mejías hundidas, la boca abierta y acicarrada con hiel y vinagre; la lengua ensangrentada, los oídos atormentados con blasfemias; la garganta lastimada con la soga; su corazón partido de dolor y cubierto de angustia y agonía mortales; de Dios Padre desamparado y cercado por sayones; y cumplida la obra de la redención del mundo, está ya Jesús para morir y sólo falta expirar. El sol se oscurece ya y quedó el mundo en las tinieblas; el velo del tiempo se rompe y las piedras dan unas con otras al dar Jesús la vida por amarte, muriendo crucificado.

HAZ CON PAUSA ESTA ORACIÓN

¡Oh Jesús de mi alma! Y qué caro Señor, os ha costado mi amor! ¡Oh Jesús de mi vida!, si yo de veras os amara y sintiera vuestra pasión, cómo muriera con Vos a golpes de amor! Ablandadme en esta hora este corazón para que se parta de sentimiento. Dad lágrimas a mis ojos para que lloren mis culpas causa de vuestras penas y tormentos.

¡Oh Jesús mío! Quien siempre os hubiera amado y quien nunca os hubiera ofendido! Señor, porqué, tened misericordia de mi y libradme por vuestra sangre, pasión y muerte de la repentina e impenitente muerte para no experimentarla eterna en la cárcel del infierno. En lance tan terrible y tremenda lucha de agonía mortal mirando misericordioso atendedme benigno dándome las luces de vuestro conocimiento, concediéndome las llagas de vuestro amor, y tiempo para recibiros Sacramentado y que muera con la asistencia de vuestra Madre, dando la última respiración de mi vida ante esas amorosas y dulces llagas para eternamente amaros en la gloria.- Amén.

REZARAS EL CREDO Y LA SALVE

¡Oh tú, que acabas de leer esta oración dolorosa y sabes que haz de llegar al terrible lance de la muerte ¿Quieres tenerla buena y dichosa? Pues mira que el Señor Prometió a Santa Gertrudis que miraría benigno en su última hora a quien con devoción lo mire crucificado. Y en otra ocasión le dijo. Cuando veo a los agonizantes que alguna vez se acordaron fielmente de mi pasión, o en memoria de mis penas hicieron alguna obra de meritoria, en el trance de su muerte me muestro a ellos tan amable y benigno que les concedo tal condición que hacen aptos para la salud eterna. Y San Juan Evangelista reveló María Santísima como su Santísimo Hijo concede tres privilegios a los que con frecuencia meditaron en su pasión. El primero, construcción verdadera en sus culpas; el segundo, la asistencia de la misma Señora en su última hora; y el tercero, que su Santísimo Hijo le concedió que impetrase lo que la Señora pidiera para estas almas. Y así te aconsejo que con toda la devoción posible, hicieras todos los días la oración dicha, pasando por la vista de la consideración lo que con tanto amor padeció el Señor por la salud de tu alma. Y si tienes familia hazla juntar todos los viernes del año, arrodillados delante de una imagen de Jesús persignándose y purificadas las conciencias con el acto de contrición, leerás o harás leer dicha oración.

Y para que veas también si así lo haces, lo que interés de riquezas para tu alma, oye lo que dice San Alberto Magno. Una sencilla memoria o consideración en la pasión del Señor vale más que si uno ayunara a pan y agua todos los viernes del año, más que así cada semana se disciplinará hasta derramar sangre, y más que si rezara todos los días el Salterio de David. Es más mérito dice San Agustín, que ir a visitar tierra Santa. Y San Gregorio Magno dice que es señal de predestinación. Dime, si te ruego ¿Querrás perder tanta dicha y riqueza, tantas para la pobrecita de tu alma, excusándote con tener lugar? Despierta, y abre los ojos, verás que no es así. Mira cuánto tiempo pierdes y malgastas te afana, sudas y desvelas por los intereses de la tierra, que haz de dejar; ten presente lo breve de la vida, y que haz de verte en el amago lance de la muerte, agonizando entre terribles angustias, temores y amarguras, y entones te alegrarás de lo que el Señor mirándote amable, benigno y misericordioso, te conceda tal condición, que te haga opto para tu eterna salvación. Entonces te alegrarás de tener la asistencia y compañía de María Santísima, y entonces te alegrarás de haber tomado mi consejo.

Y porque deseo saborees con frecuencia este sabroso y dulce plato de la pasión del Señor, te lo ofrezco con los versos siguientes para que su música despierte tu devoción.

Mi Dios y Redentor
En quien espero y confío.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Escucha con atención
Lo que padeció Jesús
Desde el Huerto hasta la Cruz
En su sagrada pasión;
Lágrimas de contrición
Nos dé a todos el Señor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Afligido y angustiado
Lo verás en la oración,
Y sintiendo su pasión
Sangre en el Huerto ha sudado
Hasta la tierra ha llegado
Lo copioso del sudor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

En la pasión lo arrastraron
Y los brazos con cordeles,
Echándole brazos crueles,
La sangre le reventó
Como a un hombre malhecho.
Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

A la mejilla inocente
Con mano de hierro armada
Dan tan recia bofetada,
Que hacen en sangre reviente
Mi Dios, pues el alma siente
Ser causa de tal rigor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

¡Oh quien estuviera allí
Dulce amante dueño mío
Y al golpe de aquel judío
Pusiese el rostro por ti!
Toda la culpa está en mí
Y vos pagas Señor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Con furia y rabia es llevado
De uno en otro tribunal,
Y lo miran tan mal,
Que de loco han tratado:
Y con Barrabás comparado
Dicen que Jesús es peor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Desnudo está, azotado
Con tan terrible fiereza,
Que desde el pie a la cabeza
Lo verás todo llagado;
¡Oh que caro le ha costado
El querer al pecador!

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Con penetrantes espinas
Coronaron tu cabeza
Y aprentánsedola con fuerza
Rompe las sienes divinas;
Abriéndose así las minas
De oro de más valor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

En el balcón asomado
ECCO HOMO dice Pilatos;
Y responde el pueblo ingrato
Que muera crucificado,
Que aún verlo tan llagado
No está saciado el rencor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Insta el pueblo porfiado
Sobre que Jesús muriera
Oh mi Dios, quien tal creyera
De que fueses sentenciado
A morir crucificado,
Siendo de la vida autor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Con un pesado madero
Descalzo y todo llagado,
Va de espinas coronado
El mansísimo cordero
También tira de sayón fiero
De la soga con furor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

El cuerpo va inclinado
Las mejillas hermosas
Con salivas asquerosas,
Y el rostro acardenado
Denegrido y afeado
Ya que al verlo es un dolor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Se oye el falso pregonero
Que al eco de la trompeta
Estando todos alerta,
Dice: que es un embustero
Y que muera el hechicero
En una cruz por traidor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Ya lo han caído a empellones
Con rigor fiero e Inhumano
Y en vez de darle la mano
Le dieron de puntillones;
Y con golpes e irrisiones
Levantan a tu Señor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Al encuentro le ha salido
La madre que lo parió
Y entre sayones le vio
Arrastrado y escupido
Su corazón fue partido
Con espada de dolor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Un Cirineo han hallado
Que ayuda a llevar la cruz
Porque temen que Jesús
Muera y no crucificado,
Por esto se lo han buscado
No por piedad ni por favor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Lleno de polvo y sudado
La Verónica lo ha visto,
Y limpiando el rostro a Cristo
En el lienzo fue estampado
Bien se lo pagó el cuidado
Porque es muy buen pagado.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Llegó con la Cruz pesada
Al Calvario y con presteza
Le quitaron con fiereza
La vestidura sagrada,
La carne salió pegada
La túnica interior.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Desnudo y arrodillado,
A la vista de su Madre
Se ofrece por ti a Dios Padre
En caridad abrasada,
Hiel y vinagre le han dado
Para tormento mayor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

En la cruz ya recostado
Verás de clavo tirado
La punta de su diestra mano
Y un martillo levantado;
Golpe que da descargado
Que hace temblar al Creador.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

A la siniestra le echaron
Lazos con unos cordeles;
Y tirando muy crueles
Los huesos desencajaron
Nuevos golpes resonaron
Al clavarlo con furor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

También las piernas ataron,
Y estando el cuerpo encogido
Tiran tanto que extendiendo
Todo le descoyuntaron;
Los pies se los barrenaron
Para clavar mejor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Después que así lo clavaron
Como tan mal lo quisieron
Boca abajo lo volvieron
Y clavos remacharon
Las llagas las arrastraron,
Sin piedad y sin temor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

En lo alto está levantado,
Blasfemado por sayones
En medio de dos ladrones
Sediento y desamparado
Su cuerpo está destrozado
Y denegrido el color.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

El sol está oscurecido,
La tierra se ve temblando;
El velo se ve rasgado,
Y las piedras hacen ruido,
El mundo está conmovido
Cuando muere el Salvador.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Un atrevido soldado,
Viendo que Jesús ha muerto
Con una lanza le ha abierto
El Santísimo costado;
Agua y sangre ha derramado
Para el bien del pecador.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Haced: Señor Soberano
Que esta llaga de amor
Se abrase en divino ardor
Todo corazón cristiano,
Y todo el género humano
Os confiese Redentor.

Por tu Pasión Jesús mío
Abrasadme en vuestro amor.

Y haced mi Jesús amado
Que mis ojos hechos fuentes
Lloren lágrimas ardientes
De lo mucho que he pecado
Y pues tanto he costado
Y sois liberal dador.

Por tu Pasión Jesús amado
Abrasadme en vuestro amor.

OFRECIMIENTO

Suplícote Padre Eterno que por tu infinita misericordia, y por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo sean servido de mirar por feliz estando de la Santa Iglesia y el Prelado que la gobierna; por la paz y sosiego entre los príncipes cristianos; por la extirpación de las herejías; conquista de la Tierra Santa; victoria contra el príncipe de las tinieblas; y conversión de los infieles, herejes y pecadores al gremio de nuestra sagrada Religión. Concédenos, Señor, la intención del Sumo Pontífice, el tesoro de estas indulgencias, el descanso de las ánimas benditas del Purgatorio y la fortaleza a los cautivos cristianos, y a nosotros perseverancia en vuestro santo servicio, hasta el fin de la vida. Amén.

NUEVE PROVECHO

Ludovico Blosio (Cap. 23 y 25) en los dichos de los Padres refiere: que el Señor dijo a un siervo suyo estas palabras:

No hay cosa que más agrade, que ver a alguno pensar de mi pasión con devoción y humildad. Y aquellos que se ocuparen en leerla o meditarla, sacarán nueve provechos.

El primero, es que se limpiarán de todos sus pecados, por merecimientos, se suplirán y repararán todos sus devotos.

El segundo, que cobrarán tanto ánimo para resistir a los enemigos que no podrán triunfar ellos; porque aunque por su flaqueza caigan alguna vez, pongo yo mi mano derecha debajo, para que se lastimen y condenen.

El tercero, que cobrarán nuevas fuerzas para hacer cualquier obra buena y ejercitarse en diferentes virtudes.

Cuarto, que aunque con un pensamiento muy breve considere mi Pasión, serán sus almas renovadas en mi gracia.

El quinto, que de muy buena gana moro yo en el alma que con devoción se acuerde de mi Pasión.

El sexto, que los secretos de mi Padre me mostró a mí se los mostraré yo a ellos.

El séptimo, que haré yo antes de su muerte me agraden y después de ella los premiaré como mis queridos amigos.
El octavo, que ninguna cosa que pida razonable y decente les negaré.

El noveno, que en su muerte hallará presente contra sus enemigos, y los haré ciertos y seguros de la vida eterna.

El mismo Blosio (Joyo Espl. Cap. I) dice: que él reveló la Señora Santa Gertrudis, que cualquier persona podría tomar ánimo y respirar con la esperanza del perdón (aunque sea malísimo) ofendiendo a Dios Padre, la pasión y muerte de su Hijo, y que tenga por cierto el pecador, que por este medio alcanzará el fruto del perdón saludable, porque no se puede hallar en la tierra otro medio más eficaz contra los pecados que la memoria de la pasión del Señor. ¿Puede haber mayor ganancia, cristiano, ni otra cosa que desear?

A la Santa Brígida le manifestó María Santísima (Libro 2, Capítulo 27) que le agradaba mucho la procesión del Calvario por las palabras: “Hija mía, no hay cosa que mas me agrade que mis devotos, que en meditar y hacer la estación de la Vía Sacra”. Y desde entonces fue la Santa muy frecuente en esta devoción del Vía Crucis, y que en ella recibió del Señor grandes merecimientos.

LAUD DEUS

INDULGENCIAS

El Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Obispo de la Diócesis de León, Nicaragua Doctor Don Manuel Ulloa y Calvo (R.I.P.) concedió cuarenta días de indulgencia a todos los que rezaren devotamente el Credo y la Salve que en el indican, esta es, por cada una de estas oraciones.