viernes, 20 de noviembre de 2009

Sequedades

"Como somos tan miserables, nos apegamos al fervor sensible, a sentir el amor de Dios sensiblemente, y vamos muchas veces a la oración a buscar los consuelos de Dios, pero no a Dios. Esto es imperfección y N. Señor purga a veces a las almas que quiere dándoles estas sequedades, y sólo cuando ya no les importa sentir o no el fervor sensible, entonces las regala y las consuela. Este es el mayor sufrimiento, pues es del alma: se ve abandonada a sus fuerzas, separada de Dios a quien tanto ama, y cercada de tentaciones; llena de flaquezas. Cómo será el sufrimiento, que N. Señor, que no se quejó durante toda su pasión, al verse abandonado de Dios lo llamó con gran angustia: "¿Dios, mío por que me habéis abandonado?". Cuando en el huerto se sintió débil al ver lo que iba a sufrir y experimentó en su alma el dolor de la Pasión, dijo: "Si es posible, Padre Mío, pase de mí este cáliz; mas no se haga mi voluntad, sino la tuya". ¡Cuánto mayor será, pues para el alma verse sola sin Aquel por quien lo dejó todo! Mas Dios le deja sola aparentemente, pues Dios está a su lado invisiblemente con su gracia, y puede sacar de esta prueba mayor humildad al ver qué poco puede por sí misma, y mayor amor al ver que, a pesar de ser miserable. Dios la ha llamado y amado más que a otras criaturas."

Santa Teresa de los Andes. Obras Completas. España, Monte Carmelo, 1995, pp. 380-381.

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