miércoles, 14 de abril de 2010

La cuestión del tiempo en la oración

Como cualquier otra actividad, la oración requiere tiempo para que esté bien hecha. Es la parte de Dios en nuestras jornadas. Por eso conviene, en la oración, conceder al Señor <<>> (Lc 6,38). Efectivamente, una buena medida de tiempo y una cierta libertad en el don son requisitos necesarios para garantizar la calidad de la oración, para adquirir la experiencia y el gusto de la misma. La regularidad es aquí más importante que la cantidad de tiempo, y sucede que oraciones breves son más intensas; pero no hay que convertir eso en pretexto para acortar la oración. La oración, que emana de un corazón atento y fiel, tiende a prolongarse y puede introducirse entonces, como agua subterránea, en nuestras ocupaciones, para alimentarlas espiritualmente.
… Bajo el impulso del Espíritu Santo, que obra en nosotros como savia paciente, el tiempo de nuestra vida se recoge lentamente en el seno de la oración, en lugar de dispersarse y fragmentarse al hilo de los días, y podemos ofrecer a Dios el fruto de nuestros años, como una gavilla bien repleta.

Pinckaers, Servais. La Vida Espiritual. España, Edicep, 1995, p. 207

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