“Yo pienso que el alma más débil, incluso la más culpable, es la que tiene más motivos para esperar, y que ese acto que hace para olvidarse de sí misma y echarse en brazos de Dios glorifica al Señor y le da más alegría que todos los repliegues sobre sí misma y todos los exámenes de conciencia que la hacen vivir con sus debilidades, cuando en el centro de sí misma tiene un Salvador que quiere purificarla a cada instante.”
Las páginas más bellas de Sor Isabel. España, Monte Carmelo, 2004, p. 195.
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