domingo, 28 de noviembre de 2010

El alma más débil - Beata Sor Isabel de la Trinidad

“Yo pienso que el alma más débil, incluso la más culpable, es la que tiene más motivos para esperar, y que ese acto que hace para olvidarse de sí misma y echarse en brazos de Dios glorifica al Señor y le da más alegría que todos los repliegues sobre sí misma y todos los exámenes de conciencia que la hacen vivir con sus debilidades, cuando en el centro de sí misma tiene un Salvador que quiere purificarla a cada instante.”

Las páginas más bellas de Sor Isabel. España, Monte Carmelo, 2004, p. 195.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Él abre abismos en mi alma- Beata Sor Isabel de la Trinidad

“El es mi Todo, mi único Todo”. ¡Y qué felicidad, qué paz infunde esto en el alma! El es único y se lo he entregado todo. Si miro las cosas con ojos humanos, veo soledad, e incluso vacío, pues no puedo decir que mi corazón no haya sufrido. Pero si mantengo la mirada fija en El, en mi Astro luminoso, entonces todo lo demás desparece y me pierdo en El como una gota de agua en el océano. Y entonces todo es tranquilo, todo sereno, ¡y es tan dulce esta paz de Dios! A ella se refiere san Pablo cuando dice que “supera todo sentimiento”.

Las Páginas más Bellas de Sor Isabel. España, Monte Carmelo, 2004, p. 167.

VEN ESPÍRITU SANTO

Ven, Espíritu Santo,

Y envía del Cielo un rayo de tu luz.

Ven, padre de los pobres, ven, dador de gracias,

Ven luz de los corazones.

Consolador magnífico, dulce huésped del alma,

Su dulce refrigerio.

Descanso en la fatiga, brisa en el estío, consuelo en el llanto.

¡Oh luz santísima!

Llena lo más íntimo de los corazones de tus fieles.

Sin tu ayuda, nada hay en el hombre, nada que sea bueno.

Lava lo que está manchado, riega lo que está árido,

Sana lo que está herido.

Dobla lo que está rígido, calienta lo que está frío,

Endereza lo que está extraviado.

Concede a tus fieles, que en Ti confían tus siete sagrados dones.

Dales el mérito de la virtud, dales el puerto de la salvación,

Dales la felicidad eterna.

domingo, 14 de noviembre de 2010

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

Dóciles a la invitación de tu voz maternal, oh Virgen Inmaculada de Lourdes, acudimos a ti para que nos guíes por el camino de la oración y penitencia, dispensado a los que sufren, las gracias y prodigios de tu soberna bondad.

Recibid, oh reina compasiva, las alabanzas y súplicas que pueblos y naciones, unidos en la angustia y la amargura, elevan confiados a Ti.

¡Oh blanca visión del paraíso, aparta de los espíritus las tinieblas del error con la luz de la fe¡ ¡Oh mística rosa, socorre las almas abatidas, con el celeste perfume de la esperanza! ¡Oh fuente inagotable de aguas saludables, reanima los corazones endurecidos, con la ola de la divina caridad!

Haz que nosotros tus hijos, confortados por Ti en las penas, protegidos en los peligros, apoyados en las luchas, amemos y sirvamos a tu dulce Jesús, y merezcamos los goces eternos junto a Ti. Amén.

Examen de Conciencia para la Confesión

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.

Salmo 50

I. Dice el Señor: “Amarás a tu Dios con todo el corazón”

1. ¿Tiende mi corazón a Dios de manera que en verdad lo ame sobre todas las cosas en el cumplimiento fiel de sus mandamientos, como ama un hijo a su padre, o, por el contrario, vivo obsesionado por las cosas temporales? ¿Obro en mis cosas con recta intención?

2. ¿Es firme mi fe en Dios, que nos habló por medio de su Hijo? ¿Me adhiero firmemente a la doctrina de la Iglesia? ¿Tengo interés en mi instrucción cristiana escuchando la Palabra de Dios, participando en la catequesis, evitando cuanto pudiera dañar mi fe? ¿He profesado siempre, con vigor y sin temores mi fe en Dios? ¿He manifestado mi condición de cristiano en la vida pública y privada?

3. ¿He rezado mañana y noche? ¿Mi oración es una auténtica conversación –de mente y corazón- con Dios o un puro rito exterior? ¿He ofrecido a Dios mis trabajos, dolores y gozos? ¿Recurro a él en mis tentaciones?

4. ¿Tengo reverencia y amor hacia el nombre de Dios o le ofendo con blasfemia, falsos juramentos o usando su nombre en vano? ¿Me he dirigido irreverentemente a la Virgen María y los santos?

5. ¿Guardo los domingos y días de fiesta de la Iglesia participando activa, atenta y piadosamente en la celebración litúrgica, y especialmente en la Misa? ¿He cumplido el precepto de la confesión y de la comunión pascual?

6. ¿Tengo, quizá, otros “dioses”, es decir: cosas por las que me preocupo y en las que confío más que en Dios, como son las riquezas, las supersticiones, el espiritismo o cualquier forma de inútil magia?

II. Dice el Señor: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”

1. ¿Tengo auténtico amor a mi prójimo o abuso de mis hermanos utilizándolos para mis fines o comportándome con ellos como no quisiera que se comportasen conmigo? ¿Los he escandalizado gravemente con palabras o con acciones?

2. ¿He contribuido, en el seno de mi familia, al bien y a la alegría de los demás con mi paciencia y verdadero amor? ¿Han sido los hijos obedientes a sus padres, prestándoles respeto y ayuda en sus necesidades espirituales y temporales? ¿Se preocupan los padres por educar cristianamente a sus hijos, ayudándoles con el ejemplo y con la paterna autoridad? ¿Son los cónyuges fieles entre sí en el corazón y en la vida?

3. ¿Comparto mis bienes con quienes son más pobres que yo? ¿Defiendo en lo que puedo a los oprimidos, ayudo a los que viven en la miseria, estoy junto a los débiles o, por el contrario, he despreciado a mis prójimos, sobre todos a los pobres, débiles, ancianos, extranjeros y hombres de otras razas?

4. ¿Realizo en mi vida la misión que acepté en mi Confirmación? ¿Participo en las obras de apostolado y caridad de la Iglesia y en la vida de mi parroquia? ¿He tratado de remediar las necesidades de la Iglesia y del mundo? ¿He orado por ellas, especialmente por la unidad de la Iglesia, la evangelización de los pueblos, la realización de la paz y la justicia?

5. ¿Me preocupo por el bien y la prosperidad de la comunidad humana en la que vivo o me paso la vida preocupado tan sólo de mí mismo? ¿Participo, según mis posibilidades, en la promoción de la justicia, la honestidad de las costumbres, la concordia y la caridad en este mundo? ¿He cumplido con mis deberes cívicos? ¿He pagado mis tributos?

6. ¿En mi trabajo o empleo soy justo, laborioso, honesto, prestando con amor mi servicio a la sociedad? ¿He dado a mis obreros o sirvientes el salario justo? ¿He cumplido mis promesas y contratos?

7. ¿He prestado a las legítimas autoridades la obediencia y respeto debidos?

8. Si tengo algún cargo o ejerzo alguna autoridad ¿los uso para mi utilidad personal o para el bien de los demás, en espíritu de servicio?

9. ¿He mantenido la verdad y la fidelidad o he perjudicado a alguien con palabras falsas, con calumnias, mentiras o violación de algún secreto?

10. ¿He producido algún daño a la vida, la integridad física, la fama, el honor o los bienes de otros? ¿He procurado o inducido al aborto? ¿He odiado a alguien? ¿Me siento separado de alguien por riñas, injurias, ofensas o enemistades? ¿He rehusado por egoísmo, presentarme como testigo de la inocencia de alguien?

11. ¿He robado o deseado injusta o desordenadamente cosas de otros o les he causado algún daño? ¿He restituido lo robado y he reparado el daño?

12. Si alguien me ha injuriado ¿me he mostrado dispuesto a la paz y a conceder, por el amor de Cristo, el perdón, o mantengo deseos de odio y venganza?

III. Cristo, el Señor dice: “Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto”

1. ¿Cuál es la dirección fundamental de mi vida? ¿Me anima la esperanza de la vida eterna? ¿Me esfuerzo en avanzar en la vida espiritual por medio de la oración, la lectura y meditación de la Palabra de Dios, la participación en los sacramentos y la mortificación? ¿Estoy esforzándome en superar mis vicios, mis inclinaciones y pasiones malas, como la envidia o la gula en comidas y bebidas? ¿Me he levantado contra Dios, por soberbios o jactancia, o he despreciado a los demás sobrestimándome a mí mismo? ¿He impuesto mi voluntad a los demás en contra de su libertad y sus derechos?

2. ¿Qué uso he hecho de mi tiempo, de mis fuerzas, de los dones que Dios me dio? ¿Los he usado en superarme y perfeccionarme a mí mismo? ¿He vivido ocioso y he sido perezoso?

3. ¿He soportado con serenidad y paciencia los dolores y contrariedades de vida? ¿He mortificado mi cuerpo para ayudar a completar “lo que falta a la Pasión de Cristo”? ¿He observado la ley del ayuno y la abstinencia?

4. ¿He mantenido mis sentidos y todo mi cuerpo en la pureza y la castidad como templo que es del Espíritu Santo, llamado a resucitar en la gloria y como signo del amor que el Dios fiel profesa a los hombres, signo que adquiere toda su luz en el matrimonio? ¿He manchado mi carne con la fornicación, con la impureza, con palabras o pensamientos indignos, con torpes acciones o deseos? ¿He condescendido a mis placeres? ¿He mantenido conversaciones, realizado lecturas o asistido a espectáculos y diversiones contrarias a la honestidad humana y cristina? ¿He incitado al pecado a otros con mi falta de decencia? ¿He observado la ley moral en el uso del matrimonio?

5. ¿He actuado alguna vez contra mi conciencia, por temor o por hipocresía?

6. ¿He tratado siempre de actuar dentro de la verdadera libertad de los hijos de Dios, según la ley del Espíritu, o soy siervo de mis pasiones?

Tomado del Ritual Romano de la Penitencia.

sábado, 6 de noviembre de 2010

El Sacramento de la Penitencia

  • Para una buena confesión es necesario:

- El examen de conciencia, para poner toda tu vida a la luz del Evangelio;

- El dolor de los pecados (contrición), por haber ofendido a Dios;

- El propósito de enmienda, porque quieres cambiar de vida, convertirte, con la gracia de Dios;

- La confesión de los pecados al sacerdote: expones todos tus pecados con sencillez y sinceridad;

- La satisfacción: cumplir la penitencia, reparar el daño causado al prójimo, restituir lo robado (bienes, fama…).

  • Examen de conciencia

Es necesario confesar los pecados graves, o "mortales", que son los que tienen como objeto una materia grave (contra los Mandamientos), se cometen con pleno conocimiento y consentimiento deliberado. Sin embargo, para una más profunda y progresiva conversión, será bueno que también te arrepientas y confieses tus pecados veniales. A continuación tienes un cuestionario (que incluye virtudes y defectos) para ayudarte a examinar tu conciencia.

Primer Mandamiento

¿Tengo a Dios por encima de todo y trato de aumentar mi fe y mi amor a Dios? ¿He admitido en serio dudas contra las verdades de la fe? ¿He negado alguna verdad de fe? ¿He recibido indignamente algún sacramento? ¿He leído, visto o divulgado alguna publicación contraria a la fe católica? ¿He desesperado de mi salvación o he abusado de la confianza en Dios para pecar tranquilamente? ¿He hablado irreverentemente de las cosas y personas sagradas? ¿He practicado la superstición, el espiritismo y cosas semejantes?

Segundo Mandamiento

¿He blasfemado? ¿He pronunciado palabras injuriosas contra Dios, la Virgen María, los santos o las cosas sagradas, incluso delante de otros? ¿He dejado de cumplir culpablemente algún voto o promesa? ¿He pronunciado el santo nombre de Dios sin respeto e irreverentemente?¿He jurado con mentira o sin necesidad?

Tercer Mandamiento (y Mandamientos de la Iglesia)

¿He santificado el domingo, asistiendo consciente y devotamente a la celebración de la Eucaristía y guardando el descanso sagrado? ¿Dedico el domingo a la familia, a las obras de caridad, a cultivarme espiritual y humanamente? ¿Acepto con docilidad lo que me enseña la Iglesia? ¿Cumplo sus mandamientos?

Los mandamientos de la Iglesia

El primero, oír misa entera todos los domingos y demás fiestas de precepto, y no realizar trabajos serviles.

El segundo, confesar, al menos una vez al año, los pecados graves de que se tenga conciencia.

El Tercero, recibir el sacramento de la Eucaristía al menos por Pascua.

El Cuarto, abstenerse de comer carne y ayunar en los días establecidos por la Iglesia (ayuno y abstinencia: el miércoles de ceniza y el viernes santo; abstinencia: los viernes de cuaresma).

El quinto, ayudar a las necesidades de la Iglesia.

Cuarto Mandamiento

¿Honro a mis padres con el amor, el respeto y la obediencia, o los maltrato y hago sufrir con mi conducta, mi soberbia, mi egoísmo o malos tratos? ¿Ayudo a mis padres en sus necesidades, enfermedad, ancianidad? ¿He reñido con mis hermanos, no me hablo con alguno de ellos, les tengo envidia o les he dado mal ejemplo?

Los padres habrán de preguntarse si tratan bien a sus hijos, les dan ejemplo, cuidan de su formación cristiana… Y los esposos, si toman en serio el amor conyugal.

Quinto Mandamiento

¿Tengo odio, rencor o enemistad con alguien? ¿He deseado algún mal a mi prójimo? ¿He tratado mal a alguien con envidia, ira, desprecio, burla? ¿He escandalizado a otros, induciéndolos al mal? ¿He causado algún mal físico a otros? ¿He quitado la vida a alguien, en todos los sentidos? ¿He abortado o colaborado en aborto o eutanasia? ¿He conducido imprudentemente el coche o la moto? ¿He atentado contra mi vida? ¿Me he dejado llevar de la gula? ¿He tomado drogas, o alcohol en exceso? ¿He corregido evangélicamente al prójimo, para que evite los peligros físicos o espirituales?

Sexto y noveno Mandamientos

¿Me he entretenido en pensamientos, deseos o recuerdos impuros? ¿Me guardado debidamente la vista y demás sentidos? ¿He cometido –o deseado- alguna acción impura: solo o con otros, de distinto o del mismo sexo, pariente, consagrados, menores de edad? ¿Me he puesto en peligro consciente de pecado: diversiones, lecturas, espectáculos, páginas indecentes de internet? ¿Tengo amistades peligrosas? ¿Guardo la debida castidad en el noviazgo o en el matrimonio?

Séptimo y décimo Mandamientos

¿He robado alguna cosa o cantidad de dinero? ¿Lo he devuelto? ¿Cumplo fielmente mis deberes sociales: impuesto, seguros, votaciones, etc.? ¿Me tomo en serio el precepto divino del trabajo, que para algunos se concreta en el estudio? ¿Reacciono como cristiano contra abusos e injusticias que perjudican a los más débiles? ¿He apoyado programas, de acción social o política, inmorales y anticristianos? ¿Contribuyo con mis bienes a las necesidades de la Iglesia y de los pobres?

Octavo Mandamiento

¿He mentido? ¿He reparado el daño derivado de mis mentiras? ¿He criticado a otros, descubriendo faltas graves? ¿He violado la intimidad de otros: correspondencia, conversaciones, secretos? ¿He hecho juicios temerarios contra el prójimo? ¿Los he comunicado a otra persona? ¿He rectificado ese juicio erróneo? ¿He calumniado a otros atribuyéndoles algo que es falso? ¿He reparado o estoy dispuesto a reparar esa calumnia? ¿Soy consciente de que, por encima de las diferencias ideológicas o políticas que dividen, está el amor cristiano que ama al adversario?

Pastoral Universitaria Madrid. Evangelio 2010, Edibesa, Madrid, s.f., p. 398-401; 416.