Acuérdate, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu asistencia y reclamando tu socorro, haya sido abandonado de ti. Animado con esta confianza, a ti también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes! Y, aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante tu presencia soberana. No deseches mis súplicas, ¡oh Madre de Dios!, antes bien, inclina a ella tus oídos y dígnate atenderlas favorablemente. Amén.
A San Francisco de Sales en la Iglesia de San Esteban en París, al arrodillarse ante una imagen de la Santísima Virgen y rezar la famosa oración de San Bernardo, titulada Acordaos, como por milagro se fueron todos sus pensamientos de tristeza y desesperación porque tenía la tentación que se iba a condenar. Como sacerdote y como obispo difundió la oración porque estaba convencido que se logran maravillosos efectos.
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