lunes, 13 de septiembre de 2010

San Karl Leisner -Celebró su primera, su única y última Misa

“Se trata de karl Leisner, que ahora está ya canonizado. Karl, aquí lo pone, en la estampa, nació el 18 de febrero de 1915 en Rees. Seis años más tarde se trasladó con su familia a una ciudad pequeñita que se llama Cleves. Allí acabó el bachillerato en el año 1934 y comenzó los estudios de Teología en Münster, en esa ciudad en la que yo había cogido esta estampa. Karl había sido dirigente de un movimiento juvenil católico muy extendido, pero comprendió enseguida que su vocación era ser sacerdote. El 25 de marzo de 1939 recibió la ordenación de diácono. Hasta aquí todo iba bien.

Pero, ¿qué pasó a continuación? Pues que inmediatamente después de ser ordenado diácono fue arrestado por las SS y llevado al campo de concentración de Dachau, que era un campo de exterminio. Le habían conducido allí para acabar con su vida.

La fotografía de la estampa es la misma que le habían hecho en el campo de concentración, con su número de preso, el 22.356. En el campo pasó cuatro años. En esos campos había algunas personas que morían inmediatamente, sobre todo los que habían sido conducidos a Auschwitz. En Dachau, los prisioneros tenían que hacer trabajos forzados. Cuando se trataba de jóvenes, normalmente los ponían a trabajar muy duramente y, si perdían la salud, los mataban. Si eran mayores o no tenían salud, los mataban inmediatamente.

Karl era fuerte, joven y, por tanto le pusieron a hacer trabajos forzados durante cuatro años. Como era diácono, ya no pudo ordenarse sacerdote.

En la estampa se lee que, algo más tarde, cayó muy gravemente enfermo de tuberculosis. Como se sabe, en los campos, a los que enfermaban les mataban.

Él pensaba que lo iban a matar enseguida. Y, efectivamente, le trasladaron los que iban a ser conducidos a las cámaras de gas. Fue entonces cuando comentó a uno de los que estaban allí que su única pena, la tristeza que tenía, era no haber podido ser ordenado sacerdote para haber celebrado, al menos, una Misa en su vida.

Ese fue su comentario. Y la Providencia de Dios hizo que esas palabras se extendiesen por el campo y que llegasen, de boca en boca, de barracón en barracón, a un obispo que también era prisionero de los nazis. El obispo, que también murió en el campo, al enterarse del deseo de Karl, se las ingenió para acudir a la sala donde estaba Karl para ordenarle sacerdote.

Y así fue. Le ordenó cuando ya estaba terriblemente enfermo de tuberculosis. Era el 17 de diciembre de 1944, y estaban en Dachau. La alegría de Karl era enorme. “Voy a morir siendo sacerdote”, decía. Pero no podía celebrar ninguna Eucaristía porque allí, en Dachau, ¿cómo iba a celebrarla? El obispo le había ordenado, pero no había ni pan, ni vino. Nada de nada. Era imposible.

Karl vivía una alegría tremenda por ser sacerdote, pero también una pena inmensa por no poder consagrar el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor.

Cuando le llevaban a la cámara de gas, estaba tan enfermo que decidieron abrir las puertas del campo de concentración y tirarlo fuera para que muriera allí. Estaba medio muerto y los carceleros pensaron que, con la cantidad de gente que iban a quemar después de pasar por la cámara de gas, era preferible arrojarlo fuera. ¡No daban abasto!

Agonizaba cuando algunas personas le recogieron. Les contó su historia y le llevaron a un hospital para que muriera. Pero, sobre todo, él les dijo que era sacerdote y que le gustaría, ¡al menos!, celebrar una Misa.

Y allí, en la cama de un hospital, celebró su primera y última Misa. Murió inmediatamente.”

Domíguez Prieto, Pablo. Hasta la cumbre. Testamento Espiritual. 2ª ed., España, San Pablo, 2009, pp. 117-119.

No hay comentarios:

Publicar un comentario