lunes, 13 de septiembre de 2010

Beata Sor Isabel de la Trinidad - Inhabitación de Dios en el alma

“…Le pediré al Divino Espíritu se digne revelarte esa presencia de Dios dentro de ti y de la cual tanto te he hablado. Puedes dar crédito a mi doctrina te lo aseguro, puesto que no es mía.

“Si lees el Evangelio de San Juan verás con cuánta insistencia recomienda el Divino Maestro este mandato: Permaneced en mí y yo en vosotros (Jn 15,4). Y este otro pensamiento bellísimo, que me ha servido para encabezar mi carta: Si alguno me ama, mi Padre le amará y vendremos a El y haremos en El nuestra morada (Jn 14,23). El Apóstol San Juan en sus Epístolas nos expresa el deseo de que tengamos comunión con la Santísima Trinidad (1 Jn 1,3). ¡Qué dulce y qué sencilla es esta palabra! Basta, dice San Pablo, que tengamos fe, Dios es espíritu (Jn 4, 24), y es la fe la que nos acerca a El.

Considera que tu alma es el templo de Dios (1 Cor 3,16; 6,19), como dice también San Pablo. Ahí están en todo momento, de día y de noche, las Tres Divinas Personas. En cuanto a la Humanidad de Cristo, no siempre la tienes contigo, sino cuando comulgas. Pero la Divinidad, en cambio, aquella Esencia purísima a quien adoran los Bienaventurados en el Cielo, mora en tu alma. Cuando uno llega a tener una viva convicción de esto, establécese entre Dios y el alma una intimidad tan entrañable que nunca se está solo.

“Si lo prefieres, piensa que Dios está a tu lado más bien que dentro de ti. Sigue lo que más te guste, con tal que vivas con El como con un Ser a quien mucho se ama. ¡Es tan sencillo! Para ello no hacen falta grandes pensamientos. Basta un sincero desahogo del corazón”.

Madre Germana de Jesús, O.C.D. Isabel de la Trinidad, Recuerdos. 3ª ed., España, Editorial de Espiritualidad, 1985, pp. 268-269.

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